Cómo poner precio a tus sesiones y vencer el síndrome del impostor

¿Te suena esta situación? Terminas una sesión increíble. Has conectado con el paciente, notas el progreso y sientes esa satisfacción única de tu vocación. Y entonces, llega el momento: «Bueno, pues la sesión de hoy son 60 euros».

En un segundo, pasas de ser terapeuta a ser «cobrador». Y con ello, aparece esa vieja conocida: la culpa.

Como psicólogos, estamos programados para ayudar. Nuestra identidad se basa en la empatía y el cuidado. Cuando introducimos el dinero en la ecuación, muchos profesionales sienten el «síndrome del impostor»: ¿Estoy cobrando demasiado? ¿Y si no consigo ayudarle lo suficiente? ¿Estoy mercantilizando la salud mental?

Si te sientes así, no estás solo. Es el principal pain point emocional de nuestra profesión. Pero hoy vamos a desmontarlo.

El error: confundir tu valor con tu precio

Tu valor como terapeuta es incalculable. Tu precio, sin embargo, es un número finito que asegura la sostenibilidad de tu consulta.

No cobras por tu empatía. Cobras por:

  • Tus años de formación universitaria y posgrados.
  • Tu formación continua (cursos, supervisiones) para estar actualizado.
  • El tiempo de preparación fuera de la sesión (revisar notas, planificar).
  • Los costes fijos de ser un profesional legalmente establecido.

Tu tarifa no es un juicio de valor, es un límite profesional

Poner un precio justo es, en sí mismo, un acto de autocuidado. Es la barrera que protege tu energía, evita el burnout y te permite seguir ofreciendo un servicio de calidad a largo plazo.

El paciente no te paga por «ser una buena persona»; te paga por tu expertise profesional. Y para mantener esa expertise, necesitas una estructura de negocio sostenible.

Lo que nadie ve, pero todos pagan (y tú debes gestionar)

Cuando fijas tu precio, estás incluyendo una estructura de costes invisibles para el paciente, pero muy reales para ti:

  • La cuota de autónomos.
  • El Seguro de Responsabilidad Civil.
  • La colegiación obligatoria.
  • El alquiler del despacho (o los costes de tu plataforma online).
  • El software de gestión para cumplir con la RGPD.
  • Tu propio sueldo.

Si no cubres esos costes, no tienes un negocio; tienes un hobby caro que te genera estrés fiscal.

En el próximo artículo, veremos la fórmula exacta para calcular cuánto debes cobrar. Pero el primer paso es este: dejar de pedir perdón por cobrar.

Tu trabajo tiene un valor inmenso. Y tu consulta merece ser un negocio próspero.

Profesionaliza tu consulta y olvídate de la culpa

El primer paso para poner límites es tener una gestión profesional. Sanidalia te ayuda a separar el acto clínico del administrativo. Céntrate en tus pacientes, nosotros en la gestión.